
El Libro de Enoc es un antiguo texto atribuido a Enoc, bisabuelo de Noé. Aunque algunos círculos judíos y cristianos primitivos lo respetaron, con el tiempo dejó de formar parte del canon bíblico oficial. Hoy en día se reconoce como un libro apócrifo, es decir, no aceptado como inspirado por la mayoría de iglesias cristianas, aunque la Iglesia etíope ortodoxa aún lo conserva en su Biblia.
Los especialistas creen que se compuso entre los siglos III a.C. y I d.C., en varias etapas y en arameo y hebreo. El manuscrito más completo que existe está en ge’ez (etíope antiguo), gracias a su preservación en la tradición etíope. El texto incluye cinco secciones principales, pero la más famosa es el Libro de los Vigilantes, donde aparecen ángeles caídos, gigantes y el juicio de Dios.
La rebelión de los Vigilantes
El Libro de los Vigilantes narra cómo un grupo de 200 ángeles, llamados Vigilantes o Grigori, descendieron a la Tierra con el propósito original de cuidar a la humanidad. Estos ángeles eran seres celestiales encargados de velar por los hombres, pero pronto se corrompieron.
Guiados por su líder Semyazza, tomaron mujeres humanas como esposas y con ellas engendraron una raza híbrida: los nefilim. Estos seres eran gigantes de fuerza y tamaño sobrehumanos. La palabra “nefilim” viene del hebreo y ha sido interpretada como “caídos” o “derribadores”, aunque popularmente también se traduce como “gigantes”.

Enseñanzas prohibidas y corrupción
Los Vigilantes no solo corrompieron su naturaleza celestial al unirse con mujeres humanas, sino que también enseñaron a los hombres conocimientos considerados peligrosos o “prohibidos”: magia, astrología, metalurgia (fabricación de armas), cosméticos, botánica y el arte de la guerra. Uno de ellos, Azazel, es especialmente señalado como responsable de introducir la violencia entre los hombres.
Esta intervención directa de los Vigilantes alteró profundamente el equilibrio de la Tierra. Los nefilim se volvieron violentos, devorando todo a su paso, incluyendo a los seres humanos. El caos, la corrupción y el derramamiento de sangre crecieron a tal punto que los hombres comenzaron a clamar al cielo por justicia.
El clamor humano y el juicio del Altísimo
Según el relato, los ángeles del cielo escucharon el clamor de la humanidad. Entonces, los cuatro grandes arcángeles —Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel— fueron enviados por Dios para investigar la situación. Al ver la magnitud del desastre causado por los Vigilantes y sus hijos, llevaron su informe ante el Altísimo.
Dios decretó entonces un juicio inapelable: los Vigilantes serían encadenados y encerrados en prisiones subterráneas hasta el día del juicio final, y los nefilim serían destruidos entre ellos en guerras fratricidas. Sus cuerpos perecerían, pero sus espíritus errantes quedarían en la Tierra como demonios —espíritus inmundos que atormentarían a la humanidad—.
La intercesión de Enoc
Enterados del veredicto, los Vigilantes, angustiados, pidieron a Enoc que intercediera por ellos. Enoc era considerado “el escriba justo” y tenía acceso al cielo, por lo que actuó como mediador.
Enoc ascendió al cielo con las peticiones escritas de los ángeles caídos, rogando por su perdón. Pero la respuesta divina fue clara y firme: “Nunca más ascenderán al cielo, y su castigo será eterno”. Dios le ordenó a Enoc que transmitiera este mensaje, lo cual hizo con pesar. Enoc se convirtió así en el mensajero del juicio y del rechazo de los Vigilantes.
El destino de los ángeles caídos y los gigante
El texto continúa narrando que Azazel fue encadenado por Rafael en el desierto, cubierto de rocas puntiagudas y dejado allí hasta el fin de los tiempos. Semyazza y sus seguidores fueron también aprisionados en lo profundo de la Tierra, donde esperan el juicio final, cuando serán arrojados al lago de fuego.
Los nefilim, por su parte, al morir, no fueron aceptados ni en el cielo ni en el Hades. Sus espíritus vagan en la Tierra como entidades malignas, lo que da origen, según el libro, a la existencia de los demonios que atormentan a los hombres, una idea que influiría posteriormente en la demonología cristiana y judía.
Menciones bíblicas del Libro de Enoc
Aunque no es parte del canon bíblico tradicional, el Libro de Enoc es citado directamente en la Biblia. En la epístola de Judas se incluye una profecía atribuida a Enoc:
“De éstos también profetizó Enoc, el séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos…”.
Judas 1:14-15
Esta cita demuestra que al menos algunos escritos atribuidos a Enoc eran conocidos y respetados en el contexto judío y cristiano del primer siglo.
El relato de Génesis 6:1-4 también se relaciona estrechamente con el contenido de Enoc. En Génesis se menciona que los “hijos de Dios” (interpretados por algunos como ángeles) tomaron esposas humanas, lo cual dio origen a una raza de gigantes: los nefilim. El Libro de Enoc expande esta historia con más detalle, incluyendo los nombres de los ángeles caídos y las enseñanzas prohibidas que transmitieron.
Otra referencia significativa aparece en 2 Pedro donde se dice:
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, arrojándolos al infierno, los entregó a prisiones de oscuridad para ser reservados al juicio…”.
2 Pedro 2:4
Este versículo coincide directamente con el relato de Enoc, que describe cómo los ángeles caídos fueron encarcelados bajo la Tierra, encadenados y separados de la humanidad hasta el día del juicio final.
Además, Apocalipsis 9 describe la apertura del pozo del abismo, del cual emergen criaturas extrañas como langostas con poder destructivo. Aunque no menciona explícitamente a los ángeles caídos, este pasaje guarda similitudes con el contenido de Enoc, donde se habla de seres aprisionados en el abismo profundo, esperando el juicio de Dios. La conexión no es directa, pero algunos estudiosos y lectores de Enoc ven en esta descripción un eco simbólico del castigo de los vigilantes.

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